sábado, 30 de julio de 2011

Las dos y algo

No era un hombre normal,
nunca supo demostrar,
que bajo sus mil temblores,
se escondía un vendaval.

Sin embargo y con razón,
descorchó su corazón,
reventando en mil reproches,
los cristales de la noche.

Ella, su sinónimo fatal,
demostró muy natural,
entre lágrimas malditas,
que su río conduce al mar.

Que sus párpados de acero,
abren las puertas del cielo.
Donde a trote, él se adentra,
esperando otro final.

Inocente hasta la muerte,
no supo desenredar,
el enredo de sus redes,
entre peces de metal.

Es de noche una vez más,
más que nunca tu no estás,
no sabrá si te ha besado,
ni si quiere despertar.

Le confiesas la verdad,
y se inventa otro San Juan,
para untarse en las cenizas,
de verbenas hechas trizas.

Y pasear tranquilo a casa,
Recordando la ecuación,
En la que volvieron solos,
Solos como tú y yo.

¿Dónde estás? ¿Qué sucedió?
Le dejaste sin color,
rebuscando entre tus rizos,
de un naranja arrollador.

Que ahora toca aparentar,
el placer de reinventar,
un amanecer absurdo,
burdo en su totalidad.

Es de noche una vez más,
más que nunca tu no estás,
no sabrá si te ha besado,
ni si quiere despertar.

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