jueves, 31 de marzo de 2011

Sucede

Sucede que no entiendo de nada, que la complejidad del mecanismo del mundo me desconcierta. Sucede que me canso. Sucede que no se estallar.

Sucede que busco y no me encuentro, sucede que desmonto mi imperio, ladrillo tras ladrillo, idea tras idea. Sucede que nunca he sabido dejar de construir.

Sucede que me atrapa el paso del tiempo, que despierto y no se en que momento lo hago de verdad. Sucede que me cuesta, y me gusta sonreír.

Sucede que camino con el alma y siento con los pies. Sucede que acostumbro a perder voluntariamente el corazón. Sucede que suelo no encontrar la dirección, sucede que nadie me dijo que hacer las cosas mal era hacerlas bien.

Sucede que soy incapaz de sentir infelicidad, que convierto mi vida en una escalera de cartón, que sueño con palacios. Sucede que descanso en butacas de cristal.

Sucede que me convierto en el rey de las presas. Sucede que quiero abrir las alas y volar. Sucede que todo es mentira y que nada es real.

Sucede que no quiero ser publicista.

Sucede que me siento y saboreo la palabra sucede con demasiada facilidad.

lunes, 14 de marzo de 2011

La conciencia del publicista

Esta noche quiero hacer una reflexión.

Últimamente deambulo en la pregunta de que si en este mundo, sobra o falta corazón.

¿Qué nos está pasando? Somos capaces de sufrir el más tormentoso de los lamentos por suspender una asignatura, pero ya no lloramos cuando arrasan nuestros bosques.

Gritamos al cielo y nos dejamos en el asfalto la garganta tarareando la más vacía y absurda de las canciones, y sin embargo cada día mueren miles de niños de hambre y ni se nos eriza la piel.

Ya no abrazamos a los árboles y nos hemos olvidado de dejar que el aire nos acaricie.

¿Es que nadie entiende que le hemos prohibido la entrada a la tierra poniéndole suela a nuestros pies?

Cuando entiendes que al ser pisado te conviertes en parte de la tierra te cuestionas la elección de tu posición. Vivir es conectar con el mundo, y eso no conlleva a destruirlo. Vivir es sentir, es permitir la vida de todo lo que te rodea.

Vivir es eso, vivir.

Cuando tu vida destruye la de tu alrededor, te conviertes en nada, y pasas a formar parte del vacío que acabará con todo, empezando por tu propia existencia.

Debemos entender que el mayor de los placeres se encuentra en la satisfacción que provoca la conciencia al reconocerte un trabajo bien hecho, una alegría merecida. Disfrutar de algo puro, sincero y que no arrastra signos de egoísmo debería convertirse en una meta a alcanzar, en nuestro pan de cada día.

Vamos a ser publicistas, y la responsabilidad tiene un peso que debemos estar dispuestos a soportar. Y acordémonos de guardar el corazón, de protegerlo bien. Que es delicado y se desgasta. No podemos montar una feria de abril a su alrededor cada vez que se nos antoja.

El corazón es nuestra herramienta más hermosa, no la desprestigiemos, no la usemos en balde.

Sintámoslo todo, y lo conseguiremos todo.

jueves, 10 de marzo de 2011

Pesadilla en Barbacan

La teoría anunciaba una risa inocente, descontrolada pero inocente, lo que no estoy es preparado para encontrarme envuelto en humo. La luz de la habitación ha empezado a cambiar de color al ritmo de mis parpadeos. No es lo esperado. Tengo miedo.

El colchón es blando, cómodo, pero tengo la sensación de hundirme demasiado en él. No me gusta lo que estoy sintiendo. Algo que no puedo controlar viene hacia mi.

La felicidad se marcha por la puerta del hotel y la habitación se convierte en la zona de los horrores. Decido echarlo todo para quitarme el mal de encima, y puedo ver como los demonios salen por mi garganta. No obstante, es la octava vez que voy y siento que no me he liberado del todo. Algo malo sigue dentro de mi.

Y el picor en el dedo corazón que no me deja estar tranquilo. Tengo la sensación de que de aquí no salgo.

He perdido la cuenta de las veces que me he tumbado en la cama buscando la paz, la realidad. Cada vez que parpadeo el televisor se mueve más rápido, no consigo distinguir la lámpara del techo. Me sigue picando el dedo pero no quiero rascarme, se que no es real, pero no dejo de verlo todo demasiado cerca.

Me relajo un poco y busco algo de luz, bebo Coca-Cola y me vuelvo a tumbar. Miro el estampado de flores de las cortinas y se transforman en calaveras que no paran de mover la boca. No se si me quieren decir algo, yo solo quiero que desaparezcan.

Me doy la vuelta, me tapo y me destapo. Pienso en la ciudad y me vienen a la cabeza imágenes preciosas. Unos muñequitos felices cantan y bailan rodeados de casas de colores. Me gusta. Pero en el momento que me doy cuenta que me gusta, la comisura de los labios de los muñecos empiezan a bajar, quedando sus rostros tristes y apagados, sus dientes están demasiado afilados. Los colores de las casas desaparecen, dejando paso a tenebrosos castillos negros. La guerra parece no acabar. Abro los ojos, me incorporo, me miro en el espejo y mi cabeza parece que vaya a estallar.

Pienso en bajar las escaleras y hablar con la recepcionista, explicarle la situación y terminar con esto ya. Pero no conozco el idioma y confío en poder superarlo solo.

Vuelvo a rascarme el dedo, pero antes de quitarme el picor paro. Mi mente vuelve a la ciudad, esta vez formo parte de unos de sus mágicos canales. Mezclado en él, me dirijo hacia un desagüe gigante. Me fundo con el agua y siento como se estremece todo mi cuerpo. Esto ha sido realmente fantástico.

Por alguna extraña razón, todo lo fantástico dura muy poco, y el baile de esqueletos va al compás de los ruidos que produce el hotel, los cuales no se sin son reales o no.

Cuando pienso que no voy a poder escapar, oigo desde la ventana como viene la felicidad. Espero nervioso a escuchar como suben las escaleras.

La puerta se abre.

Me visto lo más rápido que me deja mi débil coordinación y bajo con ella.

Es de noche, pero veo la luz.

Se acabó, he escapado y ahora que lo veo desde la lejanía, escribo lo sucedido para no volver a repetirlo jamás.