jueves, 10 de marzo de 2011

Pesadilla en Barbacan

La teoría anunciaba una risa inocente, descontrolada pero inocente, lo que no estoy es preparado para encontrarme envuelto en humo. La luz de la habitación ha empezado a cambiar de color al ritmo de mis parpadeos. No es lo esperado. Tengo miedo.

El colchón es blando, cómodo, pero tengo la sensación de hundirme demasiado en él. No me gusta lo que estoy sintiendo. Algo que no puedo controlar viene hacia mi.

La felicidad se marcha por la puerta del hotel y la habitación se convierte en la zona de los horrores. Decido echarlo todo para quitarme el mal de encima, y puedo ver como los demonios salen por mi garganta. No obstante, es la octava vez que voy y siento que no me he liberado del todo. Algo malo sigue dentro de mi.

Y el picor en el dedo corazón que no me deja estar tranquilo. Tengo la sensación de que de aquí no salgo.

He perdido la cuenta de las veces que me he tumbado en la cama buscando la paz, la realidad. Cada vez que parpadeo el televisor se mueve más rápido, no consigo distinguir la lámpara del techo. Me sigue picando el dedo pero no quiero rascarme, se que no es real, pero no dejo de verlo todo demasiado cerca.

Me relajo un poco y busco algo de luz, bebo Coca-Cola y me vuelvo a tumbar. Miro el estampado de flores de las cortinas y se transforman en calaveras que no paran de mover la boca. No se si me quieren decir algo, yo solo quiero que desaparezcan.

Me doy la vuelta, me tapo y me destapo. Pienso en la ciudad y me vienen a la cabeza imágenes preciosas. Unos muñequitos felices cantan y bailan rodeados de casas de colores. Me gusta. Pero en el momento que me doy cuenta que me gusta, la comisura de los labios de los muñecos empiezan a bajar, quedando sus rostros tristes y apagados, sus dientes están demasiado afilados. Los colores de las casas desaparecen, dejando paso a tenebrosos castillos negros. La guerra parece no acabar. Abro los ojos, me incorporo, me miro en el espejo y mi cabeza parece que vaya a estallar.

Pienso en bajar las escaleras y hablar con la recepcionista, explicarle la situación y terminar con esto ya. Pero no conozco el idioma y confío en poder superarlo solo.

Vuelvo a rascarme el dedo, pero antes de quitarme el picor paro. Mi mente vuelve a la ciudad, esta vez formo parte de unos de sus mágicos canales. Mezclado en él, me dirijo hacia un desagüe gigante. Me fundo con el agua y siento como se estremece todo mi cuerpo. Esto ha sido realmente fantástico.

Por alguna extraña razón, todo lo fantástico dura muy poco, y el baile de esqueletos va al compás de los ruidos que produce el hotel, los cuales no se sin son reales o no.

Cuando pienso que no voy a poder escapar, oigo desde la ventana como viene la felicidad. Espero nervioso a escuchar como suben las escaleras.

La puerta se abre.

Me visto lo más rápido que me deja mi débil coordinación y bajo con ella.

Es de noche, pero veo la luz.

Se acabó, he escapado y ahora que lo veo desde la lejanía, escribo lo sucedido para no volver a repetirlo jamás.

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