lunes, 12 de septiembre de 2011

Tango de ayer

Parece que fue ayer,
cuando sin mucho afán,
le pedí a la carretera:
- Llévame a ningún lugar.

Me pondré en antecedentes,
blanco se quedó el papel,
con la tinta a la deriva,
entre líneas, entre piel.

Así que ciego, abro la puerta,
y me arranco seis sonrisas,
una por cada camisa,
que esta noche quemaré.

Negro es el color de todas,
no pienso pedir perdón,
nunca me gustó la moda,
¿Para qué tenemos voz?

Uh, perdón, que me distraigo,
no quiero desvariar,
concéntrate, no sueltes hilo,
y comienza a imaginar.

Llegamos de madrugada,
la distancia calculada,
ciento veinticuatro pasos,
y alguna que otra calada.

Antes de entrar, ¡Espera!
Que me fumo la ansiedad,
me vomito en forma de humo,
y ya soy tranquilidad.

Ahora sí, vamos a ello,
que he venido a respirar,
ponme un Whisky del barato,
que no quiero recordar.

Me ausento trago a trago,
bajo un buitre musical,
que devora los oídos,
de quien no sabe escuchar.

Y aquí estoy, yo, enrarecido
con mi copa, un par de amigos,
camareros en aceite,
y 20.000 desconocidos.

Cuando ya casi decaigo,
y me arrepiento del lugar,
vienes tú como si nada,
y te acercas, así sin más.

Mal asunto, no me acuerdo,
de que hacer con los encuentros,
cojo el vaso, paso atrás,
me dispongo a analizar.

No hay saludo, no hay entrada,
ni conversación formal:
- Dame un trago.
- Toma el mundo.
Que comience el festival.

No lo entiendo, ¿Qué sucede?
No consigo respirar.
Un momento… ¿Oigo latidos?
- Creo que vas a reventar.

Aprovecho que te alejas,
y de lejos, lentamente,
siento como despellejas,
las entrañas de mi voz.

Ya no hay hielo, ya no hay whisky,
mi garganta es de latón,
y una luz muy educada,
me saca de un empujón.

Desde entonces hasta ayer,
a empujones, trompicones,
hemos dado escasos pasos,
escondidos en rincones.

Rincones en un cuerpo,
perdidos en el tiempo.
Rincones que bailaron,
el tango del pasado.

Rincones de habitación,
rincones sin corazón.
Rincones entre sueños,
que nunca serán canción.