miércoles, 25 de mayo de 2011

El modo del publicista

Reconoce que pesa tanto el cargamento de sueños que llevas encima que te cuesta mantenerte a flote. Sé sincero y dime que no hay orilla donde puedas echar el ancla, que tu barco no lleva vela, que nunca has tenido timón, que has perdido el norte y que no encuentras el sur.

Dime que estás acorralado, que el cargador de tu arma está vacío y que estas cansado de apuntar al aire. Dime que no ves el modo de salir de aquí.

Cuéntame que la gota que colma tu fortaleza sobrepasó el límite hace ya demasiado tiempo, que la presa que soportaba la presión del río de tu aguante va a reventar. Reconoce que quieres estallar y que nunca has sabido como hacerlo.

Dime que has olvidado el tiempo que llevas estancado en la misma encrucijada, que coges mil caminos y todos te traen de vuelta. Dime que no tienes alas, que te faltan los motivos, que no sabes descansar.


Reconoce que si cierras los ojos no ves nada.


Te diré que disfruto con cada uno de los momentos en los que intentas hacerme flaquear, porque el placer de vencerte en cada guerra no solo me hace respirar, sino que me lleva a otra puerta con la que poder avanzar.


Convierte a tu mente en tu peor enemigo, escúchala pero sobre todo, véncela. Estarás haciendo de ella tu mejor aliado y sin darte apenas cuenta habrás crecido tanto, que tendrás el mundo a tus pies.

lunes, 23 de mayo de 2011

A quemarropa

Entras, no.

Paras, devoras tu ansiedad y la vomitas en forma de humo.

Entras, ya no te quedan excusas para evitarlo.

Fijas tu objetivo en el punto más superfluo posible y te diriges hacía él.

Llegas vivo.

Pides por favor la manera de no pensar durante al menos 10 minutos. Das las gracias y te ausentas trago a trago.

Te das la vuelta como quien sabe que al girarse, tendrá que dar la cara. Y te dejas llevar.

Recibes con miedo a lo que no sabes si esperas, y decides importarle a todo el mundo para que nada te importe.

Sientes, lo niegas.

Sientes otra vez y tu cabeza te dice que basta, que debes escapar. Tu latido cobra vida y acaba con todo lo racional que vuela a tu alrededor. Ya no tienes cabeza, ni ojos, ni pies…

Tus manos han dejado de ser la extensión de tus brazos para convertirse en el principio de su cuerpo, tu piel ya no te pertenece.

Te apartas, te arrepientes.

Esta vez no escapas, sales. Y no por la salida de emergencia como de costumbre, esta vez es la puerta del descanso. No ves nada claro, pero ves.

Cantas una canción y te duermes, te despiertas y por primera vez en mucho tiempo, tu subconsciente te sonríe.

Algo va bien, y no vas a enterrarlo una vez más, porque duermes bien, porque vives bien.

Escupo un lamento sobre todo aquel que todo lo ha tenido, porque nada sabrá valorar. Benditos aquellos que no tienen nada, porqué con todo soñarán.

lunes, 16 de mayo de 2011

El cantar del publicista

Estás en un bar sola, y rodeada de gente. Tienes la mirada perdida, piensas que pasas desapercibida pero cada persona que vuela a tu alrededor se ahoga con la estela que desprende el cielo de tu pelo.

De pronto alguien golpea el micrófono. Se limita a decir buenas noches y empieza a sonar un violín que crea la melodía del fin. Sigue sin haber apenas luz pero ya no estás a oscuras, ya no miras a ninguna parte.

El hombre aparta el taburete del escenario y se sienta en el suelo. Se enciende un cigarro y separa el micrófono del soporte. Esta noche va a cantar su testamento.

Empieza la función. Su voz está más gastada que el vaso donde descansas tu Martini seco. Sin embargo, siempre quiso cantar esa canción ya que, al fin y al cabo, ha dedicado toda su vida a escribirla.

Dejas de beber y fijas tu mirada en el pecho del hombre, puedes sentir como su corazón está a punto de gritar. No lo hace, esta noche solamente ha venido a cantar.

De pronto suspira y se para el tiempo. Una luz rompe la oscuridad y su voz atraviesa el silencio. Su corazón ha explotado y el tuyo se ha paralizado. No puedes respirar y tu vaso ha desaparecido, ya no existe el alcohol. La canción te absorbe y te transporta a un mundo donde todas las puertas están abiertas, el mundo con el que siempre has soñado.

Acaba la canción, lo sabes, y sin darte cuenta sientes que no quieres que termine, pero acaba. Se levanta, da las gracias por el silencio del público, y te mira.

No puedes respirar.

Se acerca, y por primera vez en su vida sus pasos no hacen ruido. Lo tienes enfrente, sus ojos te sonríen, su aire es tu aire. Se acerca más y cuando parece que tus labios se desprenden coge sus cosas y se marcha de aquel lugar.

Para no volver.

Porque un publicista que se estanca no crece, ni avanza. Así que canta tu canción, vívela, siéntela y olvidala. Siempre es mejor dar por finalizada la función dejando el recuerdo, que arriesgarse a quedar anclado eternamente en una melodía de la que no puedas escapar.

Renovarse o morir.

martes, 10 de mayo de 2011

La cuenta del publicista

Entró y se detuvo, no había nadie, ya no quedaba nada de aquel lugar. Se acercó y se sentó en la barra, muy tranquilamente le dijo al camarero que había venido a que le cobrase todo lo que le debía.

Era demasiado, era imposible que el pobre hombre pudiese recordarlo todo.

El cliente empezó a desabrochar su negra camisa y afloró una obra de arte mezclada entre tatuajes y cicatrices.

“Tranquilo, me he ocupado de acordarme”

Quiero que me digas cuanto te debo por el alcohol que mi cuerpo ha rechazado, que me cobres los cristales que han destrozado la suela de mis zapatos. Quiero saber cuanto me va a costar la pintura con la que he forzado mi “que no pasa nada” durante todo este tiempo, y no te preocupes, que en esto te daré una buena propina, ha resultado ser más buena de lo que pensaba.

Me vas a cobrar también tu olor, y la esencia de este bar, y el recuerdo de la herida que me curaste, y el de la que no pudiste también.

Lo único que no me va a dar la gana de pagarte van a ser las noches a tu lado, se que de muchas no te acordarás, pero no me importa, de eso me llevo estas palabras, las cuales me han alimentado hasta el día de hoy, las cuales han dado forma a lo que soy.


¿Llevas la cuenta? No te veo apuntar nada…


"Lo siento, hay cosas que no tienen precio, que por mucho que quieras, no se pueden agradecer.

Hay cosas por las que únicamente se vive."

miércoles, 4 de mayo de 2011

Y de postre, el mundo.

Se propuso alcanzar lo inalcanzable. Sabía que no lo tendría jamás, incluso le daba miedo hacerse la estúpida idea de poner tenerlo, porque tenía muy claro que después de eso, después de eso no quedaría nada.

No le importó, seguía queriéndolo.

Sabía que su visión de grandeza no se haría realidad si dejaba de lado sus deseos, por absurdos que fuesen, por imposibles que pareciesen. Se negaba a limitarse a vivir la vida que le había tocado, no quiso conformarse con la conformidad de la simpleza, nunca creyó en la realidad. Lo quiso todo y tenía claro que lo tendría.

Solo se arrepentía de no saber esperar, el miedo a dejar pasar el tiempo anclado en sus sueños le hizo coger otros caminos, le hizo cometer otros errores y le hizo alejarse de su objetivo.

Pero aquella noche no quiso engañarse, y se puso a recordar el motivo por el cual seguía caminando. Hace ya tiempo entró (llamémosle lugar) y antes de comprender que estaba pasando le sirvieron el primer plato, fue demasiado ligero pero le costó digerirlo. Luego, al cabo del tiempo vino el segundo, no lo esperaba y le marcó para siempre.

Al amanecer el cocinero le dijo que ese plato no podría cocinarlo nunca más.

Se puso a reír y le dijo “Tranquilo, tampoco fue para tanto”.

El camarero, más tranquilo le preguntó que si deseaba algo más.

Pensó en decirlo o no, pensó en cometer más errores, en buscarse otro cocinero incluso pensó en echar el ancla y descansar.

Volvió a sonreír.

“Ponme el postre anda, que si he de morir será con el estomago lleno, ya que si el mundo no es para quien se lo merece, será para quien más lo desee.”