miércoles, 22 de diciembre de 2010

La lotería del publicista

No, yo no quiero que me toque la lotería.

¿Qué es lo que le pasa a una persona cuando le toca el premio gordo?

Puede pagar la hipoteca, comprarse el coche de sus sueños, regalarle el collar más caro a su mujer, dejar de preocuparse y dejar de soñar.

Un momento…

¿…Dejar de soñar?

Que me arranquen la piel a tiras, que entierren mis ojos en hormigón, pero que no me quiten los sueños.

Tengo alma de publicista, ese es mi mayor tesoro y no lo cambio ni por todo el oro del mundo. Porque cuando nos regalan los sueños en un abrir y cerrar de ojos, perdemos la ilusión, la cual se ha convertido desde que nacimos en el motor de nuestra vida. El mundo debería entender que el mayor premio se consigue luchando, que la gloria no sabe a gloria si no ha habido sacrificio. Que nosotros, los publicistas, no hemos nacido para que nos regalen las cosas, sería demasiado fácil y no es ese nuestro camino.

Mi único deseo es que el azar nunca llegue a arrebatarme todo aquello que ansío regalándomelo, convirtiéndome así en la más vulgar de las personas.

Yo ya tengo todos los días mi propia lotería, la de ser publicista, la de tener la suerte de no tener nada para alimentarme del deseo de tenerlo todo.

Sonrío todos los días cuando me levanto, y cuando me acuesto.

¿Qué más se puede pedir?

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