jueves, 31 de octubre de 2013

La supervivencia del cítrico

Bajo la premisa de un constante “no pasa nada”, la naranja intenta esconderse detrás de su montón de compañeros frutales. Sabe que ha llegado el frío, que es su turno, que la vitamina C por la que tanto ha recibido alabanzas está a punto de ponérsele en contra.

No puede hacer nada, es su condición, y ahora que han llegado las bajas temperaturas, el hombre necesitará de sus defensas.

No habrá gloria cuando te hagan entrar desnuda por el canal de la exprimidora.

Y se pregunta mientras asoma unos ojos lacrimógenos; ¿quién me defiende a mí, ahora que estoy a punto de ser despojada de todas mis virtudes?

-Pregunta estúpida,- le responde el sabio melocotón. - Naciste con ese talante mientras el resto tuvimos que conformarnos con un simple sabor exótico u otras vitaminas de menor calibre, fuiste la reina del olvido durante el caluroso verano y ahora pides letanías de misericordia. Inocente cítrico malcriado, afronta tus consecuencias y sal de nuestro frutero, ocupas demasiado espacio.

No eres más que una esfera solitaria y despreciada con piel de atardecer, a nadie gustarías si no fuese por esos componentes curativos. No te engañes, mi querida naranja, tienes lo que te mereces.

Cómo sobrevivir a algo que parece ser lleva mucho tiempo escrito, se pregunta mientras sus compañeras aceptan su condición y se limitan a vivir mientras pueden. Cómo escapar de las garras del hombre y de la perspectiva de un destino fatal al que parece que está condenada.

No se lo piensa dos veces.

Sale del frutero y se escribe a navaja sobre tu torso-corteza que “quiero ser algo más que una naranja”. Está cansada de pertenecer y ser etiquetada por un cúmulo de adjetivos que le han impuesto.

Tan sólo quiere crecer y poder decidir, forjarse a sí misma y crearse a su antojo. Levantarse y pensar que el mundo está hecho para aquellos que sueñan que todo es posible, que la supervivencia no es un sacrificio, sino la mejor de las oportunidades ante la adversidad.

No nos queda más que sonreír ante el frío, ante la duda, ante la premisa de que vivimos tiempos difíciles. Seamos sinceros, la simple idea de salir del frutero de mierda en el que nos vemos atrapados, es lo más atractivo que podemos permitirnos.

Al final la naranja se quedó en naranja, pero fue feliz durante toda su vida, pues no se conformó con simplemente ser.



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