miércoles, 26 de septiembre de 2012

Verso el Largo


Dejadme que os cuente la historia de Verso el Largo, el hombre que fue sentenciado a galeras por no saber pedir ayuda.

Era una fría noche de sábado. Nadie tenía sueño. Verso el Largo intentó hacerse dueño de su defensa, pues no confiaba en nadie para que le representase. En un intento a la desesperada, le pidió rápidamente al Tribunal que lo encarcelase en la más oscura de las celdas, más no sabía nadar y temía por su vida.

- No me pidas un par de bridas para sujetar tus ahogos, pues no has sabido equilibrar tu alma. Ahora no me vengas con prisas, me cansé de tu risa. Tu castigo por no querer pedir consuelo serán unos tablones de plomo pesado. Navegarás hacia el olvido, cosido al mar entre ristres de azar.

- Bebiste de los problemas ajenos olvidando que en tus venas se dibujaba un río, ardiente por dentro y por fuera muy frío, equiparado únicamente al amanecer de la espada de Alatriste, blandiendo así el caparazón de un triste, dormido y acorazado corazón.

- Te convertirás en una balsa de agujeros internos, subiéndose en ella una tripulación de enfermos. Nunca te tendrán en cuenta pues tu sonrisa les tranquilizará.

- Sobrevivirás tapando los huecos que provocan tus necesidades, “Necesito irme”, te dirás en silencio. Ya en la orilla, cuando firme sea la tierra, tú dirás:

"Vuestra ayuda espero."

- Y te dejarán hundir cual colilla en cenicero. Merecido castigo piensa este Tribunal, pues seguramente te muestres Crucero no siendo más que una moribunda barcaza. Debiste pedir factura o simplemente dar caza a unos tripulantes que, egoístas y maleantes, no supieron ver el hecho de que te ahogabas.

¡Oh Géricault!, quién pudiese resucitarte y pedirte que representes esta balsa, que cobarde y sin nombre de Medusa, utiliza como excusa a una sociedad que mata por pedir, que nunca supo dar, que no sabe ni sabrá convertir en arte su carencia, ni abrir el telón de su esencia, ni poner corazón para dos.

- No contemples pintar un desnudo si no le ofreces amor. No quieras muelle ni calor donde amarrar este bote, pues mantenerse a flote, por suerte o por desgracia, será ahora y siempre tu condición.

Si me hundo y no me encuentro, que enciendan la luz, que viviré en el inframundo y pagaré con mi cruz.

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