jueves, 3 de noviembre de 2011

Ladrillos de Babel


Imagino que todos, en mayor o menor medida, tenemos nuestra propia Torre de Babel.

El problema empieza cuando tus trabajadores se descontrolan y no encuentran la manera de parar.

Lo confieso, en mi torre no hay control y mis trabajadores, representantes de cada neurona que habita en mi cabeza, funcionan a base de latigazos. Ya no hay vuelta atrás, o se sube, o se sube.

Son tantos los bloques de hormigón que he construido que no tengo fuerzas para derrumbarlos. Es tal la magnitud de las vistas desde aquí arriba que no imagino volver a vivir a ras de suelo. Mi mente está rozando el cielo y pese a que la estructura de está maldita torre cada vez sea más delicada, no pienso volver a tocar el suelo.

Toda Torre de Babel se construye bajo un objetivo, los incrédulos quisieron conocer a Dios, y yo, más incrédulo aún, prefiero ser publicista. Y no habrá Dios que me amenace, que sea capaz de destruir estos cimientos, que tantos años me han costado imaginar.

Cada vez estoy más cerca de ti, Publicidad, mi Dios particular. Y cuando llegue el terrible día en que ponga mi último escalón, lo suba y te consiga, ese día empújame hacía el vacío, que quiero caer junto a todo mi sacrificio.

Y mientras me veas caer, quiero que no sufras mi querida publicidad, porque ese día no caerán lágrimas, nunca lo hicieron por ti.

Solo así podré vivir otra vida como la que estoy viviendo, volveré a abrirme paso entre mentes pensantes, esquematizando lo innecesario, dedicando trilogías a cada minucia que crea interesante y en definitiva, sintiéndome orgulloso de no ser publicista.

El agridulce placer del camino del publicista no se hace con los pies, sino con la imaginación.

2 comentarios:

  1. que un cimiento se rompa, no significa que se caiga la torre...

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  2. por suerte tienes razón, esta torre tiene 4 cimientos como base, construidos independientemente para que si uno falla, la torre pueda sustentarse en los otros 3 ;)

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