Bienvenidos a la teoría del fin.
A la explicación de todos los tabúes, al
decepcionado entender, a la comprensión de la desgracia, a la cruda, triste y
cansada realidad.
Esta es otra mentira acerca de la historia de John,
el cual un día que buscaba desprenderse de todo se encontró con una extraña
naranja. No se lo pensó y quiso exprimirla para beber de su zumo.
Quedó maravillado, nunca su paladar había degustado
semejante placer.
Hay que remarcar que el esfuerzo por presionar el
cítrico era extenuante, pero mientras este le regalase un poco de su placer
merecía la pena, nunca antes le había importado tan poco el control absoluto de
todo. El problema aparecía cuando de la presión de sus manos no aparecía nada.
Era entonces cuando miraba al cielo y entre gritos
devoraba todo cuanto se le antojase, y se lamentaba mientras le decía al mundo
que le dejase tranquilo, que no le apetecía ser publicista si detrás de su
máscara no se escondía nada.
Nada.
Esfuerzo recompensado con nada provoca la
construcción de la barricada que hoy día rodea todo corazón.
Publicistas que no creyeron en su obra, publicistas
que pensaron que la siembra debía ser siempre sobre tierra fértil y publicistas
que negaron su condición, iros a dormir que esta noche, esta noche sobran
apariencias.
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