domingo, 26 de febrero de 2012

El pedaleo del publicista


Se acerca al arrollo e intuye que un ápice de barro puede volver opaca la más cristalina de las aguas. Se acerca más y coge la primera rama que cae, efectúa un movimiento circular esperando poder ver como todo se vuelve gris y se sorprende al contemplar la claridad de sus acciones.

-Nada es gris cuando has sido capaz de acercarte hasta aquí pedaleando-, le dice el efímero oleaje que provoca la retirada de la rama. Que poco le gusta el degradado a su marchita venda de tintas planas.

Y por un instante, por un pequeño instante todo cobra sentido. Lleva muchos años desarrollando el método de la supervivencia, llevando al extremo la capacidad para simplemente ser feliz. Es capaz de prever los acontecimientos y en cuestión de segundos trazar el plan perfecto que le saque de ahí. 

El problema es que del arquitecto al obrero siempre han habido demasiados ladrillos de por medio.

Sin embargo, 
si algo has aprendido, 
es que siempre hay una salida.

Supongo que por ese motivo decidió un día empezar a pedalear así, sin más. Necesita ser fuerte, ser digno de todo lo que pueda aparecer en su camino, necesita tener la creatividad suficiente como para inventar aquello que nadie supo regalarle. Debe tener la capacidad pulmonar que le lleve a salir corriendo cuando sea necesario, que no le fallen los músculos cuando sienta que empieza la persecución, las fuerzas de flaqueza, la dureza, y sentir que todo va bien, que es correcta la dirección sea cual sea el andén.

Necesita tener lleno el desván de las reservas para que nunca sienta que le falta nada. 

Escapista de corazón, no le queda otra que buscar constantemente salidas de emergencia para no arder en llamas, para respirar.

Pero este maldito desván se ensucia si no se comprende, y se ríe mientras le muestra que no está completo, ni lo estará hasta que entienda que hacen falta tan sólo dos manos para pintar su historia, la que un día creió que podría compartir.

Pedalea, pedalea hasta que no te quede tiempo. 
                                               Nunca supiste hacerlo mejor.

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